Uno de los más antiguos bares de la Plaza de la Iglesia, en el casco antiguo de Altea, es La Mascarada, un bonito, tranquilo y original rincón de esa plaza con encanto que es ideal para poderse tomar unas copas (cervezas, buenos zumos, cava y cócteles) y, de paso, también para admirar los recuerdos que el capitán Kurt ha ido trayendo de la mayoría de sus viajes alrededor del mundo.

En la pequeña terraza de este bar que linda con una pequeña pizzería por la que acostumbran a cruzar algunos clientes molestando a los que solemos estar sentados plácidamente degustando un Agua de Altea, --en frente hay otro bar clásico “La Plaza”--, se puede uno acomodar para apagar la sed mientras observamos al bullicioso gentío que va de un lugar para el otro, ya que es la plaza con más movimiento de este municipio. Al entrar en el mencionado local lo primero que nos llama la atención es la variedad de máscaras y objetos étnicos de colección que su propietario, el capitán Kurt, ha ido almacenando a lo largo de más de veinte años que lleva navegando por todos los confines de la tierra. Hay una pequeña barra circular en el centro del local muy bien atendida por un par de camarer@s, o barmans, que siempre están moviéndose de arriba para abajo para satisfacer los deseos de los clientes de La Mascarada.

En la primera planta hay otra barra que suele estar atendida por Elena, cuando está, que es la ninfa del Capitán, o por Juve, o Sandra, o Jorge, o incluso Ainhoa... o por cualquiera que tenga turno de guardia en ese momento. Y, junto a esta, un pequeño pero acogedor museo repleto de fotografías y de recuerdos del mar, de los viajes de Kurt (permíteme que en esta ocasión me salte lo de Capitán ya que yo me crié en el mundo de la armada, hice el servicio militar en la marina y ostento varios títulos, o titulines, de "intrépido" navegante por lo que estoy seguro que ello me otorga algún que otro derecho). Como decía, en esa hay además un pequeño balcón donde poder mirar y admirar, aunque para ello tengamos que pedir la vez y permiso a la vez a quien lo tenga ocupado en ese instante.

En el tercer piso de este acogedor bar hay una pequeña terraza que ofrece las mejores vistas de la Plaza, de la gente moviéndose de un lado para el otro, y de las empinadas calles que suelen converger en este rincón de Altea. Como digo, es pequeñita, pero muy agradable cuando hace buen tiempo, o sea, casi siempre. De pronto te sientes casi a la misma altura que las dos cúpulas de estilo alicantino de la iglesia de la Virgen del Consuelo, con cerámica de color azul, y una torre de estilo morisco que es uno de los mayores atractivos de este tranquilo y hermoso pueblo.

En la plaza uno puede también deleitarse con el mercadillo artesano que cada año se instala junto a la iglesia, es decir frente a La Mascarada. Porque Altea, desde tiempo atras, es ejemplo de asentamiento de artesanos y artistas, que incluso han originado una Muestras de Artesanía que ya lleva varios años celebrándose en este mismo lugar. Y también hay muy cerca numerosos comercios de ropa, de artesanía variada, de joyería, algunas galerías de arte como la de mi amigo Gilmartín, y de otras tendencia y materiales. Merece la pena un viaje exclusivamente para poder visitar este rincón de la Marina Baixa.
LOS VIAJES DEL CAPITAN KURT
Kurt Schmidt, aunque sus amigos siempre le llaman Capitán Kurt, dice que se siente como ciudadano del mundo, sin una residencia fija y que vive en absoluta libertad. Siempre quiso hacer un viaje en un velero alrededor del mundo. Un día cambió su vida de lujos y comodidades por otros valores. Valores como la libertad, la aventura, la naturaleza, la vida sencilla, libre del bicarbonato, por un montón de tiempo para los amigos, la música, el poder leer y filosofar, o redescubrir el mundo y aprender de la vida...

Este alemán de Dusseldorf, que habla seis idiomas y estudió en Alemania y los Estados Unidos, y que después trabajo muchos años en España como publicista, en el año 1988 se deshizo de sus empresas y trabajos cotidianos en Madrid y comenzó lo que sería su otra gran aventura. Una aventura por los siete mares recorriendo más de 150.000 millas marinas bajo la quilla de su Nicole del alma, un Belliure de 42 pies del año 1986, que fue construido en los Astilleros Belliure de Calpe.
Con este barco de 20 toneladas de peso navegó, y sigue navegando, desde el Cabo de Hornos hasta Alaska, y desde el océano Pacífico al Índico, sin olvidarse del Atlántico y del Mediterráneo, por donde también hizo sus pinitos el intrépido capitán Kurt. Visitó países como Turquía, Grecia, Malta, las Islas Azores, las Canarias, las Islas de Cabo Verde, Senegal, Madagascar, Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, las Islas Galápagos, Hawai, Alaska, Estados Unidos, Cuba, México, Japón, Bali, Borneo, China, Suráfrica…, además de haber navegado por el Mar Negro y doblar el Cabo de Hornos en tres ocasiones. En el Pacífico Sur visitó Australia y Nueva Zelanda, y algunas islas como Fiji, Bora Bora, Tahiti, Samoa, Vanuatu…

En su Diario de Viaje se puede leer: Memorias de Buenos Aires, la Ciudad Eterna palpitante, repleta de tangos en el Río de la Plata. Este fue un viaje que nunca olvidaré. En las de Islas Robinson Crussoe se recuperó de un accidente. En las Islas Galápagos disfrutó con los animales. Casi dos meses en el mar en el viaje desde Chile hasta Hawai, con más de 9000 millas náuticas navegadas.
Aquí, en el Bar/Museo "La Mascarada" de Kurt, nos muestra su vela llena de aventuras, y parte de su vida que, según él, ya está muy agitada. Sus principales aficiones han sido desde siempre la cocina, la música y su guitarra, amén de la náutica. Y, cuando llega el período de las grandes tormentas en el Pacífico, el Capitán Kurt vive en Altea, en el corazón de la Costa Blanca, en España, en una antigua cárcel del siglo XIV, llamada el Torreón, que linda con su bar y que ofrece hermosas vistas al Mediterráneo.
Dirección: Plaza de la Iglesia Tel: 965842078 Altea (Alicante) España
Rafael Calvete ©
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