Aventura Polar en las Islas Svalbard
No hace mucho que me encontraba por los alrededores de Longyearbyen, la principal ciudad de las Svalbard ubicada muy al norte de Noruega, e intentába localizar alguna que otra aurora boreal, o un oso polar, cuando el capital del buque sueco oceanográfico MS Origo, decidió subir un poco más para alcanzar el Paralelo 77, en pleno Mar Glacial Ártico. Una vez ahí le pedí que me desembarcase para conocer algo más sobre las Islas Svalbard.
No hace mucho que me encontraba por los alrededores de Longyearbyen, la principal ciudad de las Svalbard ubicada muy al norte de Noruega, e intentába localizar alguna que otra aurora boreal, o un oso polar, cuando el capital del buque sueco oceanográfico MS Origo, decidió subir un poco más para alcanzar el Paralelo 77, en pleno Mar Glacial Ártico. Una vez ahí le pedí que me desembarcase para conocer algo más sobre las Islas Svalbard.
Para aquellos que no hayan estado nunca en este lugar, solo decir que las Islas Svalbard se conocen más en Noruega con el nombre de Spitzbergen, tal vez por ser esta la isla más grande y poblada del pequeño y a la vez gran archipiélago noruego que está pegado al polo Norte. Aquí tan solo viven unas 2.500 personas, y Longyearbyen es su capital administrativa con 1.600 habitantes, además de ser el lugar más poblado de esta zona del Ártico.
No siempre los mapas las representan bajo este nombre, que quiere decir algo así como "Montaña Picuda", ya que en ocasiones aparecen también bajo el nombre de Svalbard Occidentales. En el trazo de un mapa de esta parte del Ártico se consigue, con cierta dificultad, delinear los contornos de algunas de estas pequeñas porciones de tierra, de las cuales cinco son las que destacan en la "costa gélida" de este Mar Glaciar. También decir que aquí viven unos 1.500 osos polares por lo que no será difícil contemplar alguno que otro merodeando entre iceberg e iceberg, si tenemos un poco de suerte. De estas pequeñas porciones de tierra que hay salpicadas por el Mar de Barents destacan, además de Spitsbergen que es la más grande e importante, las islas de Nordauslandet, Edgeoya, Kvitoya, Barentsoya, y otras más pequeñas como la Isla de los Osos, Isla Hope y Prins Karls Forland, entre otras.
Sin embargo, ni siquiera sobre un mapa detallado sería posible contar los puñados de islotes que pueblan este rincón del norte de Europa. En realidad se puede hacer la cuenta si la estación es favorable --sólo dura dos meses en verano-- ya que el resto del año el frío hiela y cimienta el conjunto en un sólo bloque, cuyos contornos se difuminan hacia el oeste sobre el mar de Groenlandia y mucho más al sur, a la altura de la Isla de los Osos (Bjornoya).
Si consultamos los libros de historia, dejando de lado la teoría que afirma que los vikingos estuvieron presentes en estas costas inexploradas, allá por el siglo XII, hay que decir que estas islas fueron descubiertas en l.596 por los holandeses, quienes buscaban un paso septentrional hacia China. Hasta hace poco tiempo, una etapa obligada para el forastero que llegaba a las Svalbard era la oficina de correos de Ny Alesund, como la que aparece en la película francesa “Bienvenidos al Norte”, que no es otra cosa que una pequeña estancia que parece salida de la fantasiosa creatividad de un escenógrafo de películas del Oeste.

La mencionada oficina funciona oficialmente desde finales del siglo XIX, aunque sus días de gloria en un año eran aquellos que señalaban la llegada de un barco a puerto. También decir que llegar hasta aquí supone un esfuerzo considerable ya que o se llega en avión, o en barco, pues por tierra –mejor dicho por nieve– se tarda la friolera de 18 a 24 horas si los perros del trineo que nos conduzca hasta este lugar se dignan a tirar de él y no dejarte plantado a medio camino.

La mencionada oficina funciona oficialmente desde finales del siglo XIX, aunque sus días de gloria en un año eran aquellos que señalaban la llegada de un barco a puerto. También decir que llegar hasta aquí supone un esfuerzo considerable ya que o se llega en avión, o en barco, pues por tierra –mejor dicho por nieve– se tarda la friolera de 18 a 24 horas si los perros del trineo que nos conduzca hasta este lugar se dignan a tirar de él y no dejarte plantado a medio camino.
Un día que paseaba por la ciudad de Longyearbyen, durante las últimas horas de una oscurecida tiniebla primaverales, vi como se dirigía a un lugar concreto una temblorosa procesión de antorchas, un espectáculo típico de una saga vikinga. No se trataba de otra cosa que de la propia gente del lugar que asiduamente trabaja en las minas de carbón de Longyearbyen, a la que acostumbran a acudir jóvenes noruegos, ya que en dos años (que es el período normal del contrato) un minero consigue amasar no menos de 36.000 €uros, libres de impuestos. Y, una vez allí, comprendí rápidamente lo dura que tiene que ser esa experiencia y lo largo que suele resultar dos años en este rincón del Ártico, sobre todo durante los meses de invierno.
Pero no he llegado hasta aquí arriba para deducir lo difícil que tiene que ser vivir en estas islas y cuando llega el verano respirar polvo de carbón, o para curiosear los pasatiempos de los seres solitarios de algunas de estas pequeñas perlas árticas. Después de unas cuantas horas viajando en trineo tirado por seis perros haskys a través de fiordos y ríos helados se abrió ante mí el más imponente escenario de las tierras frías, ya revuelto y descompuesto por el Sol de Medianoche, ya cristalizado por una tormenta blanca; sea como fuere, una visión indescriptible en la que la naturaleza me ofreció un espectáculo continuo, con réplicas siempre nuevas que arrancaron aplausos.
Era ya de noche y, al dirigirme a lo que sería mi campamento por una noche, cuál fue mi suerte al poder contemplar una de las auroras boreales más impresionantes que nunca antes había visto. Me habían advertido que por estas latitudes era bastante fácil poder llegar a verlas en toda su magnitud. Horas más tarde, y con una taza de café en la mano, recordaba que estas hermosas islas han sido, desde el pasado mes de febrero de 2009, el lugar elegido para implantar la Bóveda Mundial de Semillas de Svalbard, un ambicioso proyecto único y totalmente innovador. Al parecer se trata de almacenar semillas de todos los cultivos del mundo, por lo que será el depósito con mayor amplitud genética y el más seguro de la Tierra. Este “almacén” conservará cultivos alimentarios de todo el mundo en el permahielo de las Svalbard. La biodiversidad mundial de cultivos será almacenada a más de 100 metros al interior de las montañas árticas, a menos 18º célsius.
Si quieres disfrutar de las Svalbard en YouTube pincha estas direcciones:
http://www.youtube.com/watch?v=5eFS1AKZ05o&feature=player_embedded
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Rafael Calvete ©
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